La primera vez que escuché la historia fue en labios de mi padre, una lejana tarde de julio.  Nos encontrábamos sentados en unas escaleras junto a un crucero de piedra, en San Nicolás del Puerto.  Fue en 1922, cuando el tren aún pasaba por la localidad y el trasiego de mineral desde la cercana mina del Cerro del Hierro era todavía abundante.  Una tarde, mientras paseaba por un caminito cercano al río, encontró, escondido entre juncos y piedras un cofre pequeño, liso y completamente negro.  Pero lo más insólito y extraordinario de aquel descubrimiento era sin duda su contenido: dentro se hallaba una especie de estatuilla realizada en un metal desconocido, de apenas cuarenta centímetros de altura, que representaba a un ser extraño y sobrenatural, que ostentaba una cruz invertida en su frente y poseía unos ojos verdes y extraordinariamente bellos.  Mi padre cuenta que no tuvo problemas en relacionarlo con el Diablo, o algún demonio desconocido, y que su antigüedad podría ser incalculable.  También nos contó, con un temor reverencia¡, que aquel ser le miró cuando lo extrajo del cofre, y que se sintió algo mareado, y que también le pareció escuchar una voz en su interior, lenta y solemne, que dijo claramente: "Tú serás el Elegido".

 

    Mi padre puso el cofre y su contenido a disposición de la guarda civil y no volvió a verlo en su vida.  Más tarde se enteró que aquel cofre fue extraviado por un capataz inglés de la mina.  Pero corno ya dije, aquella no era la primera vez que escuchaba la historia, y cuando crecí fue dándome cuenta de que aquello nunca debió pasar y todos pensábamos que no eran más que patrañas sin importancia.

 

    En la actualidad soy un empresario del mundo de la inmobiliaria, y me encuentro de vacaciones en Londres.  Hoy he visitado el Museo Británico y me he quedado atónito al recorrer la sección de historia antigua.  Allí he encontrado, en una vitrina, aquella estatuilla que mi padre sostuvo en sus manos, con la misma descripción que escuchara de sus labios durante años.  Pero ahora la estatuilla me mira mí, y distingo en su frente la misma cruz invertida de la que hablaba mi padre, y leo en sus ojos verdes y bellos, como si fueran los míos, un secreto largamente guardado.  Y asimismo, al igual que ocurriera con mí padre, escucho una voz lejana y solemne, sólo que ahora el mensaje es ligeramente diferente: "tú eres el Elegido".

 

    Sólo ahora, mientras viajo rumbo a España, es cuando veo con claridad mi destino en este mundo, al mismo tiempo que noto en mi frente unos trazos que ya reconozco como propios.